El abejaruco y la abeja pueden convivir en un entorno natural equilibrado.

Fotografía cedida por Ajeverde

 

De todos es sabido, y no hace falta demostrar ni discutir, el papel tan importante que cumplen las abejas dentro del medio ambiente como polinizadoras de una gran parte de la flora existente, llegando a ser el más efectivo insecto en la polinización de las plantas que el ser humano cultiva y recolecta, obteniendo todos esos alimentos que estamos tan acostumbrados a ver en nuestras casas. Es más, valoramos el esfuerzo que los apicultores hacen casi convirtiéndose en migradores buscando las mejoras zonas, cada vez más escasas, para poder obtener el preciado elemento que muchos utilizamos como producto, no sólo energético y como alimento medicinal, si no también como opción más saludable para nuestro organismo que otros edulcorantes sintéticos.

 

En este aspecto, creemos que estamos de acuerdo en la conservación de nuestro medio ambiente, ya que para Adenex y para los apicultores, aunque de forma diferente, pensamos que debemos de mantener nuestro entorno lo más natural posible para el beneficio general. Caso diferente es la utilización de las grandes extensiones de monocultivos intensivos realizados por el ser humano, para asegurar una máxima producción gracias a la floración estacional, por la gran demanda que se necesita por parte de este tipo de agricultura y que no requiere tanto esfuerzo y en menor grado, conservacionismo ambiental.

Pero dentro de esta vorágine de máxima producción y beneficio, o de simple subsistencia por parte de aquellos que tienen un número pequeño de colmenas, no todo vale. Es verdad que la mayoría de las personas no nos planteamos el esfuerzo, el proceso de producción, las horas de trabajo, transporte, el coste de los utensilios y los beneficios tan ajustados que se pueden obtener de la venta de la miel y sus derivados, o si estamos hablando en general, de cualquier otro producto del sector primario. Quizás, ese sea uno de los problemas a la hora de la toma de soluciones para la resolución de los problemas que “indirectamente” nos repercuten como consumidores finales, el distanciamiento actual que el ser humano cada vez más, pone entre sus cómodas butacas y sofás de casa y la elaboración economicista y cada vez menos saludable, perjudiciales para nuestro medio ambiente y nosotros mismos, considerando infinito al entorno e invulnerables al ser humano.

La actual problemática que ha planteado las distintas asociaciones agrícolas con respecto al abejaruco y las posibles pérdidas “estratosféricas” a las que menciona sin ningún tipo de informe técnico que les apoye salvo las opiniones del sector agrícola, y la más lamentable actuación por parte de la administración autorizando medidas disuasorias en contra del Abejaruco “Las explotaciones apícolas podrán adoptar diversas medidas tendentes al control por daños del abejaruco y la disuasión en las inmediaciones de las colmenas como el uso de aves de cetrería, dispositivos de sonido, elementos visuales disuasorios y disparos con escopetas...” sin escuchar a otras entidades o grupos de diferentes colectivo de la sociedad, entrando una vez más en la dinámica de culpación a otros seres vivos del entorno e ignorando los graves y verdaderos problemas que tiene la abeja, nos preocupa. Existen gran cantidad de documentación al respecto, de estudios objetivos orientando sobre las causas de la disminución y perjuicios a la abeja, que se pueden resumir, entre otros; las prácticas de la agricultura industrializada, el uso de plaguicidas, parásitos y enfermedades, especies vegetales y animales invasoras, los impactos del cambio climático y la pérdida de hábitats.

La defensa de Adenex hacia la abeja en general, no solo la melífera, lo ha manifestado por activa y por pasiva a lo largo de su existencia y mediante los medios de comunicación de los que dispone. No se nos puede culpar de estar sordos o de no haber manifestado nuestra opinión al respecto, pero lo que no podemos es continuar callados con el continuo ataque a la fauna por ser como son, comportarse como su naturaleza les manda y cometer el único delito de entrar en conflicto con el ser humano cuando nos toca nuestro bolsillo (el abejaruco o el lobo), o por el simple hecho de tenerles miedo (casi todas las rapaces nocturnas), o porque no nos gusta su apariencia (murciélagos), o porque culturalmente nos han enseñado a odiarlos (culebras), o porque nos ensucian las fachadas con sus excrementos (aviones), o porque nos molesta en nuestras aficiones semanales como la pesca (el cormorán) y así un gran etc.

 

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