NATURALEZA, MÁS QUE NUNCA

En la actual crisis sanitaria, social y ambiental se hace más necesario que nunca fomentar el contacto con la naturaleza. Está demostrado que los niños y niñas aprenden disfrutando de su entorno de manera más cercana, sana y beneficiosa. Además, especialmente en estos momentos, estos espacios son los más seguros.

La situación actual (cierre de centros educativos, la falta de actividad en el exterior, etc.) puede causar apatía, angustia, irritabilidad y degenerar en trastornos psiquiátricos en la población, con una especial incidencia en la infantil. Entre las terapias efectivas para el tratamiento del trauma infantil está la actividad al aire libre.
El Catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid, José Antonio Corraliza, explica que, al no tener contacto directo con entornos naturales, es decir, una estimulación natural (fundamental para el sistema nervioso), se da el fenómeno de la extinción de la experiencia. «Estudiando la relación entre el nivel de estrés percibido en la infancia y la naturaleza cercana, descubrimos que, a mayor nivel de esta última, menor estrés», comenta.

Para Corraliza mientras la tecnología aporta datos y conocimiento, el contacto directo con lo natural mejora la respuesta emocional y los sentimientos de implicación y vinculación emocional con la naturaleza. Si se quiere provocar cambios positivos en la sociedad, no se puede esperar que vengan motivados por mensajes catastrofistas. El aprendizaje debe generarse a través del amor. «En psicología hay una máxima que dice que el placer marca, el dolor borra». Para que el alumnado comprenda la importancia de proteger la naturaleza, «se necesita provocar emociones positivas de conexión emocional con ella».

Desde el ámbito de la pediatría, la educación y la psicología ya se habla del trastorno por déficit de naturaleza, que afecta a la infancia que vive sin el contacto con entornos naturales, manifestándose en forma de obesidad, trastornos de aprendizaje, hiperactividad, fatiga crónica o depresión, entre otros síntomas.

Son ya muchas las voces expertas que dicen que la infancia privada de las experiencias en la naturaleza pierde importantes espacios de desarrollo cognitivo y emocional, pierde capacidad de exploración, de creatividad, de destreza para la convivencia y la resolución de problemas. Diversos estudios prueban que cuando la etapa infantil trascurre en el campo se enferma menos, se tiene mejor concentración y autodisciplina, mejor coordinación física, equilibrio y agilidad, además de más imaginación, habilidad para divertirse y de colaboración, capacidad de razonamiento y paz interior.

El contacto con la naturaleza incide en el movimiento, que repercute en el número de conexiones neuronales, lo que favorece el desarrollo intelectual y el aprendizaje cognitivo. Correr por el campo, oler una flor, plantar semillas, contemplar una dehesa o ver cómo nace un cordero son estímulos para el cerebro y para las emociones. Todo ello provoca sensaciones que, a su vez, suscitan emociones, y estas sirven para construir el conocimiento. Lo que se aprende de manera emocional permanece más fácilmente en la memoria.

El contacto con la naturaleza mejora el desarrollo emocional infantil. En el campo es fácil trabajar la tolerancia a la frustración por ejemplo como cuando llueve, te mojas y te tienes que aguantar. También se trabaja, de forma fácil y natural, la calma, la empatía y el respeto mediante la observación y el contacto con los animales y plantas.

En la naturaleza se sienten menos emociones negativas. Se ha demostrado que los niños y niñas son más observadores y muestran más agradecimiento. A las personas agradecidas les late mejor el corazón porque se liberan endorfinas que regulan la presión sanguínea. Además, los espacios naturales son un gran recurso pedagógico, para aprender a discriminar, categorizar y ordenar información, establecer vínculos con el entorno y los seres vivos y desarrollar sentimientos de respeto y de protección del medio ambiente.

Una herramienta imprescindible para unir a la infancia con la naturaleza son los equipamientos de educación ambiental. Estos desarrollan sus servicios educativos en espacios naturales, parques urbanos y periurbanos, de forma que se garantiza el distanciamiento social. Cuentan con una oferta de actividades adaptadas a los requerimientos de la situación sanitaria actual.

Desde ADENEX apoyamos el MANIFIESTO de la Red Estatal de Equipamientos de Educación Ambiental ya que defendemos el papel clave de dichos equipamientos como opción segura, saludable y controlada en el desconfinamiento. A la vez que solicitamos el apoyo necesario al sector de la educación ambiental para que pueda jugar el papel que le corresponde hacia la necesaria transición ecológica.

ADENEX ofrece a toda la sociedad, en particular a la extremeña y a los colectivos de población más vulnerables, disfrutar del Centro de Investigación y Educación ambiental de La Fontanita, en la Sierra de Montánchez, provincia de Cáceres, donde ofertamos actividades y experiencias en contacto con la Naturaleza, propiciando el vínculo con el entorno natural.

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