MARCANDO LA DIFERENCIA ENTRE NATURALEZA Y MEDIOAMBIENTE

 

 

En estos tiempos de grave Crisis Climática reina la confusión. Se conoce lo que pasa y lo que previsiblemente pasará en todo el planeta Tierra. También lo que se debe hacer y aquello que no se hace para remediarla.

Un aspecto relevante en este asunto es la falta de claridad en la conceptualización y uso del lenguaje público, en el cual se suele equiparar y mezclar muy a menudo, intencionadamente o no, el significado de dos términos.

Una de estas falsas sinonimias, por su impacto mediático y por sus consecuencias sociales, económicas y políticas con respecto a la alarmante pérdida de biodiversidad, a la degradación de paisajes, al abuso del agua dulce, etc.  es la que se realiza entre los conceptos Naturaleza y Medioambiente.

Partiendo de la base de que ambas palabras son polisémicas, se reconoce que en algunas de sus acepciones tienen algún tipo de relación. Aunque dicha relación, pese a lo que se estila, no tiene un plano de igualdad, equivalencia o semejanza. Su vinculación terminológica no supone que describan lo mismo ni que su significado con respecto a la realidad tenga el mismo valor intrínseco. Pero ocurre que así se hace, por ejemplo, en los medios de comunicación social o en el lenguaje político.

La idea de Naturaleza, estudiada a partir de la filosofía presocrática se llega a conceptualizar modernamente en el siglo XIX cuando A. von Humboldt, Charles Darwin y otros grandes científicos identificaron y describieron patrones repetitivos en la ubicación de especies de plantas y animales, estableciendo posteriormente las relaciones entre dichos patrones y los factores físicos del nicho ecológico donde viven esos seres.

La idea conceptual de Medioambiente llegó mucho más tarde. Tiene su inicio en la consideración del impacto humano en la Naturaleza y toma una importante dinámica progresiva — aún hoy día ni mucho menos concluida— conforme se incrementa la capacidad potencial de alterar, transformar, desequilibrar y destruir los ecosistemas naturales —y humanos—. A veces de una manera absolutamente irreversible.

Con lo cual el Medioambiente vendría a ser el global de circunstancias y/o condiciones exteriores que circunda a un ser vivo y que influye recíprocamente en su desarrollo y en sus actividades; pero que no es el ser vivo en sí mismo, en singular. Es solo el medio y el ambiente.

Esta es una idea muy compleja, amplia y divisible en varias clases. Lo que rodea a un ser puede contener componentes físicos y biodiversidad: es el medioambiente natural. Pero también puede estar compuesto exclusivamente por elementos abióticos creados por los humanos: es el medioambiente artificial. Pensemos, por ejemplo, en un quirófano, en la Estación Espacial Internacional, en el edificio del reactor de una planta atómica, etc.

Incluso se puede distinguir una tercera clase, que quizás pueda contener algunos animales y plantas; pero que fundamentalmente está compuesto de elementos abióticos artificiales: es el medioambiente construido.

Estos dos últimos, el artificial y el construido, pudieran ser muy variados y estéticos. Y muy sanos al no ser contaminados por ningún agente considerado tóxico. Pero siempre requerirán de la intervención humana para no degradarse; nunca se autorregularán.

De manera que el Medioambiente, sea cual fuere su clase, siempre debe estar sometido a una determinada gestión humana; precisando para ello de una legislación adecuada y contar con los recursos económicos suficientes para llevarla a cabo. Por contra, la Naturaleza sin la presencia humana se regula sola, la muestra es que lo ha hecho durante los millones de años anteriores a la aparición de la especie humana.

Así pues, lo dicho muestra una clara distinción conceptual entre ambos términos. Genéricamente una, la Naturaleza, tiene potencial de autorregulación mientras que el otro, el Medioambiente, posee una necesidad intrínseca de regulación por la gestión humana.

Otra clave que marca también el hecho de no ser términos sinónimos procede de la subjetividad emocional de las palabras. El término Naturaleza es muy compatible con otros como afecto, contemplación, disfrute o estética. Mientras que Medioambiente está dominado por matices técnicos como impacto, evaluación, autorización, promoción. Elija el lector una de las dos frases: “Soy amante de la naturaleza” o “Soy amante del medioambiente”. La suposición de la elección mayoritaria es fácil. Entre otras cosas porque el sustantivo Naturaleza es mucho más amable y cercano, pero sobretodo porque el humano se encuentra inmerso en el propio concepto y no rodeado por él. Las personas somos seres naturales no medioambientales.

Debe quedar claro que al tratar este tema no se tiene intención de desmerecer uno frente al otro, sino intentar dejar diáfano que conservar la Naturaleza y gestionar el Medioambiente, en este caso el natural, no es lo mismo; e incluso muchas veces son incompatibles.

Se pretende diferenciar ambos conceptos, pues el uso de la sinonimia falsa da pie a una perversa utilización interesada en el lucro. Por ejemplo, muchos proyectos empresariales contaminantes lavan en verde su imagen utilizando el término “naturaleza” en sus slogans comerciales o alguna reducción como “natur” en su marca. Saben lo que son, lo que quieren y lo que hacen, pero desean ocultarlo y que la gente no lo sepa.

También es muy habitual que a las organizaciones sociales cuya principal misión voluntaria y auto-impuesta es conservar, potenciar y proteger la Naturaleza se les llame organizaciones ambientalistas. Intentando convertirlas exclusivamente en una suerte de vigilantes de la gestión medioambiental y poco más.

El uso adecuado del lenguaje también colabora en salvar la biodiversidad y la belleza de los paisajes. Utilizar bien las palabras es una tarea difícil; más en tiempos de confusión donde reinan los eufemismos. Pero es necesaria si no queremos que todo signifique nada y al final todo sea un territorio yermo sin posibilidad de gestión alguna.

 

 

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