Evolucionar o morir de inacción, el tentador dogma de que “todo tiempo pasado fue mejor”

 

 

 

 

La Asociación para la Defensa de la Naturaleza y los Recursos de Extremadura (ADENEX) reflexiona ante el riesgo de caer en la tentación de utilizar el dogma de que “todo tiempo pasado fue mejor” como salvavidas a un difícil proceso de adaptación mental a la crisis ecosocial.

 En estos convulsos tiempos de crisis climática, profundos cambios sociales y políticos, urge hacer un ejercicio de adaptación. Y no solo una adaptación física a la realidad que se nos presenta como consecuencia de nuestra intervención activa y corresponsable en los efectos que están modificando nuestro planeta, si no una transformación radical de nuestras creencias. El mantra de que “todo tiempo pasado fue mejor” se presenta como un dogma nostálgico, casi una tabla de salvación a la que aferrarnos en respuesta al difícil proceso de evolución mental que implica aceptar la nueva realidad y actuar de manera proactiva sabiendo que cada pequeña acción individual nos aleja o nos acerca un paso más hacia el colapso.

 

Este proceso pasa por entender que así como la sociedad y sus hábitos cambian, el conservacionismo también debe hacerlo, como respuesta a una demanda de la sociedad actual y de un planeta en constante transformación.

Entender que así como la sociedad y sus hábitos cambian, el conservacionismo también debe hacerlo.

Los logros que ha alcanzado ADENEX en el pasado y en el presente -traduciéndose en exitosas sentencias judiciales a favor de la conservación de la naturaleza y del patrimonio de Extremadura en los tribunales- como así también sus galardones y proyectos, pertenecen al trabajo en equipo de las personas y organizaciones que sostienen y continúan apoyando a nuestra asociación y a quienes les debemos todo nuestro reconocimiento. Otra muestra de que el trabajo en conjunto, dejando de lado aspiraciones personales y egos, en pos de un bien mayor, siempre será sinónimo de mejoras para el bien de la comunidad.

 

El camino hacia un mundo más justo y ecológico debe incorporar puntos de vista más amplios, que incluyan a toda la diversidad de protagonistas y no solo criterios técnicos o de personas expertas. Las decisiones últimas han de recaer en las personas, comunidades y pueblos protagonistas del cambio, teniendo en cuenta los criterios que aporta el conocimiento científico.

 Hoy en día se hace prioritario reconocer el papel de la mujer como pilar fundamental en los cuidados dentro de su comunidad. Incorporar la demanda de un cambio en nuestra forma de consumir y de relacionarnos con los otros seres que habitan nuestro planeta. Apoyar el activismo de los jóvenes, quienes viven con preocupación la llegada de un futuro incierto donde sufrirán las consecuencias de las decisiones que se toman hoy en día sin contar con su participación y cuya voz se alza pidiendo ser escuchada (y no juzgada) por sectores que promulgan un ecologismo del siglo pasado. Son esas nuevas generaciones las que hoy recogen el testigo de la lucha ecologista reivindicando que tienen mucho que decir y que son los que realmente van a impulsar un cambio de manera directa.

La chispa de las batallas ecosociales del siglo XXI comienzan en las redes sociales y se libran mediante acciones de desobediencia civil.

Ignorar esta realidad es dividir nuestras fuerzas. El potencial de lograr un objetivo mayor trabajando juntas, cada una aportando capacidades desde su diversidad, es la mayor riqueza que posee el ECOLOGISMO, extendiendo esta bandera a todas las personas y comunidades que se sientan parte de este cambio que nos lleva por un terreno inexplorado a cuestionarnos nuestro bienestar individual en pro de un esfuerzo colectivo y altruista con el convencimiento de que el tiempo futuro será mejor.

 

 

PG Pérez

 

 

 

 

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